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Ray Chagoya: el edil que gobierna para Noé Jara y no para Oaxaca

La capital de Oaxaca no se hunde sola: la empujan con cinismo desde la presidencia municipal. Y el nombre del “capitán” de ese barco con agujeros no es otro que Ray Chagoya, edil que, en lugar de atender los baches, la inseguridad y el caos urbano que padecen las y los capitalinos, prefiere gastar recursos públicos en espectaculares para complacer a la presidenta Claudia Sheinbaum. Una especie de cartón publicitario humano que grita desesperado: “¡Mírame, existo!”.

Pero no se confunda nadie: Chagoya no actúa por iniciativa propia, porque su autonomía política es la misma que la de un títere con los hilos bien sujetos. Y esos hilos llevan directamente al despacho de Noé Jara Cruz, hermano incómodo —o cómodo, según se vea— del gobernador Salomón Jara.

Nepotismo disfrazado de “gobierno de transformación”

Noé Jara, según lo documentado por medios locales como Tiempo Digital, se ha convertido en el verdadero poder tras el trono en el Ayuntamiento de Oaxaca. No solo mueve los hilos del edil capitalino, sino que opera con prácticas que recuerdan a lo peor de la vieja escuela priista: nepotismo descarado, violencia política, amenazas y compra de lealtades .

Lo irónico es que Morena llegó prometiendo desterrar estas prácticas, acusando —con razón— que el PRI y el PAN se habían robado Oaxaca durante décadas. Sin embargo, hoy tenemos un “gobierno de la transformación” que en realidad parece la versión 2.0 del autoritarismo que tanto se criticó.

Espectaculares en lugar de calles seguras

Mientras el edil coloca espectaculares para llamar la atención de Sheinbaum, la realidad es que la inseguridad se multiplica en colonias de Oaxaca de Juárez: asaltos en transporte público, robos a casa habitación, violencia de género y homicidios. Pero claro, eso no luce en las fotografías ni da likes en Facebook.

Los trabajadores municipales incluso denunciaron que fueron acarreados al evento de la presidenta en el Estadio Tecnológico, obligados a vitorear a Chagoya como si la aprobación ciudadana se fabricara con aplausos forzados y tortas de jamón. ¿Les suena? Sí, exactamente igual que las viejas prácticas de los gobiernos priistas que tanto se criticaban.

Ray Chagoya: edil en papel, títere en la práctica

El problema no es solo Chagoya, sino lo que representa: un edil que debería estar al servicio de la ciudadanía, pero que trabaja para complacer a Noé Jara y garantizarle poder político a la familia gobernante. Se repite la historia: primero fueron los Murat, después los Ulises Ruiz, y ahora tenemos a los Jara intentando crear su propio feudo político en Oaxaca.

El Cabildo, que debería ser un contrapeso, se ha convertido en un espacio silenciado por las amenazas. Regidores y regidoras han señalado públicamente que Noé Jara los presiona, insulta y hasta agrede para imponer decisiones. Todo esto mientras el edil sonríe para la foto y se dedica a poner anuncios espectaculares para ganar puntos con Sheinbaum.

La memoria histórica que incomoda

En Oaxaca ya sabemos lo que significa tener gobiernos familiares: basta recordar a José Murat y su hijo Alejandro Murat, que usaron el poder como si fuera herencia. Hoy, en pleno 2025, el guion parece repetirse, solo que con apellido distinto. Y el costo, como siempre, lo pagan las y los ciudadanos: calles en ruinas, servicios deficientes, violencia cotidiana.

¿De qué sirvió entonces la promesa de Morena de no repetir los vicios del pasado? Porque en la capital oaxaqueña tenemos acarreados, simulación, nepotismo y control autoritario. Exactamente el catálogo de prácticas que juraron desterrar.

Conclusión: Oaxaca merece gobernantes, no marionetas

Lo que ocurre con Ray Chagoya es la muestra más clara de que en Oaxaca seguimos atrapados en un ciclo perverso: los políticos usan el cargo para servir a caciques, familias o padrinos políticos, nunca a la ciudadanía. Chagoya no es un edil, es un operador de Noé Jara, y mientras tanto la capital se hunde en problemas sin resolver.

La pregunta es cuánto tiempo más soportará la gente este teatro de simulación. Porque tarde o temprano, la realidad —calles rotas, inseguridad y abandono— gritará más fuerte que cualquier espectacular pagado con dinero público.

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