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En Oaxaca, la política nunca decepciona: si no es un pleito en la cancha municipal, es un sainete en el Congreso. Hoy, el nombre que vuelve a sonar es el de Conny Rueda, esa ex panista con pasado sentimental ligado al mismísimo Felipe Calderón Hinojosa, el ex presidente que todavía carga en la mochila las 120 mil muertes de su “guerra contra el narco”. Rueda, que pasó de azul a guinda con una facilidad que envidiaría cualquier camaleón, ahora aparece como pieza clave en el intento de revocación de mandato contra Daniel Méndez Sosa “El Cachimbo”, un personaje que ya de por sí es un caso de estudio: taxista sin un par de zapatos bien puestos —según sus propios padrinos políticos— y hoy encaramado en la silla municipal.
La historia huele a traición, venganza y de paso a oportunismo político. No hay que olvidar que El Cachimbo fue arropado y financiado por el equipo de Susana Harp, la cantante que soñó con ser gobernadora pero que acabó convertida en leyenda urbana de la política oaxaqueña. Ahí estaba Conny, junto a Armando Contreras y otros “operadores”, defendiendo al ahora edil hasta en tribunales. Pero claro, como ocurre en cada sexenio, apenas se acomodó en la silla, “El Cachimbo” dejó de contestar el teléfono. ¿Resultado? Se le prepara la guillotina legislativa y, como cereza en el pastel, la propuesta viene con sello panista en tiempos guindas.
Conny Rueda no es cualquier improvisada. Su paso por el PAN le dejó relaciones y recuerdos, entre ellos el nada menor de haber sido pareja del expresidente Calderón, ese que entre tequilas y botas vaqueras decidió incendiar al país con una guerra que nadie le pidió. La hoy diputada supo migrar hacia Morena con la agilidad de quienes saben que la ideología es un adorno, y que lo importante es estar en la boleta correcta.
Y mientras se presenta como defensora de causas sociales, su nombre se vio envuelto en la polémica cuando colectivos trans la señalaron por avalar un podcast con expresiones “trans excluyentes” 1. La respuesta no tardó: un grupo de feministas salió en su defensa, acusando al activismo LGBT de ejercer una supuesta “violencia del transgenerismo” 2. Es decir, en el ring político de Conny Rueda caben Calderón, Harp, el feminismo abolicionista y hasta los discursos que la progresía de Twitter etiqueta como odio. Una mezcla explosiva.
En Oaxaca, la política es una serpiente que se muerde la cola. Lo mismo vimos con el PRI de José Murat, que convirtió la traición en estrategia familiar, o con los gobiernos panistas que terminaron más embarrados que la refinería de Salina Cruz. Hoy, Morena repite el guion: se apoya a un candidato “pueblo bueno” como Méndez Sosa, se le financia, se le sube al trono municipal, y luego se le baja a patadas por no contestar llamadas.
El detalle sabroso es que detrás de la operación aparece Conny Rueda, la misma que ahora suena como posible candidata a gobernadora, pero —ojo— con el aval presidencial para seis años completos, como si Oaxaca necesitara otra telenovela transexenal.
La revocación de mandato no es nueva en el libreto político. En el pasado, priistas y panistas usaron estas jugadas como navaja para cobrarse favores incumplidos. Hoy, la propuesta de destituir a Méndez Sosa llega de la mano de una panista, y es respaldada por la bancada guinda que se jacta de ser “diferente”. ¿Diferente a qué? Esa es la pregunta que los oaxaqueños deberían hacerse mientras ven desfilar a Conny Rueda como justiciera de un juego que ella misma ayudó a escribir.
A estas alturas, nadie debería tragarse el cuento de la renovación moral. Lo que estamos viendo es la reedición de la vieja política de traiciones y venganzas, con un toque de modernidad mediática gracias a los podcasts y redes sociales. Conny Rueda se pinta como protagonista de esta historia, moviendo las piezas para cobrarse viejas cuentas y de paso pavimentar su camino hacia la gubernatura.
Lo que no cambia es el trasfondo: un estado saqueado por décadas de PRI y PAN, que ahora bajo la bandera de Morena sigue reciclando a los mismos personajes. Conny Rueda es el ejemplo perfecto de esa política que se vende como nueva pero huele a viejo, a Calderón, a componendas y a pactos incumplidos. Y en Oaxaca, como siempre, la traición no se olvida… y la venganza, mucho menos.