Alito es un pinche vende patrias

Alejandro Moreno Cárdenas, mejor conocido como “Alito”, vuelve a estar en el ojo del huracán y no precisamente por su “brillante” liderazgo en el PRI. Esta vez fue la periodista Rosa Leticia Robles quien lo hizo rabiar en plena entrevista con preguntas que lo dejaron sin salida. Primero le lanzó un dardo: ¿de qué sirven tantos viajes al extranjero? Y luego lo remató preguntándole si sabía lo que hacían sus secretarios cuando fue gobernador de Campeche. La reacción del priista fue inmediata: incomodidad, enojo y esa mirada que delata a un político acorralado. El video circula ya en Facebook y otras redes sociales, donde los usuarios disfrutan ver al dirigente perder la calma.

El episodio llega en un momento particularmente oscuro para Alito. Apenas hace unas semanas, Claudia Sheinbaum lo tachó de “vende patrias” luego de que viajara a Estados Unidos a denunciar supuestos nexos del gobierno mexicano con el narcotráfico [El Financiero, 8 de septiembre de 2025]. La presidenta lo acusó de buscar la intervención extranjera para sacar provecho político, un gesto que pocos en México le perdonan. En lugar de sumar legitimidad a su figura, esa gira internacional terminó por confirmar lo que muchos ya sospechaban: Alito es capaz de cualquier cosa para sobrevivir políticamente, incluso entregar la dignidad del país.

La desesperación de Moreno se entiende: el PRI se desmorona a pasos agigantados. La Junta de Coordinación Política del Senado ya lo removió de la presidencia de la Comisión de Marina, con el argumento de que el tricolor perdió el derecho a esa posición tras la salida de uno de sus senadores. En Oaxaca, el priismo es un cadáver político sin figuras relevantes, apenas sostenido por un diputado que juega más como aliado de Morena que como oposición. Y en el plano nacional, el partido que alguna vez gobernó con mano dura hoy solo da manotazos de ahogado.

Las redes sociales se han convertido en el paredón público de Alito. Cada desplante, cada berrinche y cada desliz queda grabado y se viraliza en segundos. El video con Rosa Leticia Robles es ejemplo perfecto: no se necesitó un gran reportaje ni una investigación exhaustiva, bastó con preguntas simples y directas para desnudar la fragilidad del dirigente priista. Lo que para cualquier político con temple habría sido una oportunidad de aclarar, para Alito se volvió un bochorno nacional.

No es casualidad que la etiqueta de “vende patrias” haya prendido con tanta facilidad. El PRI tiene una larga historia de entregar recursos, concesiones y soberanía al mejor postor. Desde el petróleo hasta la banca, pasando por carreteras y telecomunicaciones, la lista de privatizaciones y pactos oscuros es interminable. Que hoy su dirigente sea señalado de pedir la intervención de otro país no es un accidente: es la consecuencia lógica de un partido que siempre puso primero sus intereses por encima de México.

Lo más revelador es que Alito no logra conectar con la ciudadanía ni siquiera desde el papel de oposición. En teoría, un PRI acorralado tendría la oportunidad de reconstruirse cuestionando a Morena. Pero ni eso puede hacer. Cuando Claudia Sheinbaum lo llama “vende patrias”, la mayoría asiente con la cabeza. Cuando una periodista lo increpa, la gente celebra verlo nervioso. Y cuando intenta presumir liderazgo, lo único que se refleja es el vacío de un partido que ya no tiene rumbo.

En Oaxaca, donde el priismo fue hegemónico durante más de ocho décadas, el panorama es desolador. El recuerdo de Ulises Ruiz y Alejandro Murat pesa como lápida. Las comunidades no olvidan la corrupción, la represión y el abandono. Hoy, nadie quiere cargar con ese lastre. Por eso el PRI local es irrelevante, y Alito, aunque grite desde la dirigencia nacional, no puede resucitar lo que ya está muerto.

El episodio con Rosa Leticia Robles es un símbolo de época: el dirigente del PRI, nervioso, molesto, incapaz de responder con serenidad, mientras la ciudadanía se burla desde las pantallas. La política mexicana cambió: ya no basta con discursos huecos ni con propaganda en televisión. Hoy, un minuto de video incómodo puede destruir lo que queda de una carrera.

Alito está desesperado porque ve cómo el PRI se le escurre de las manos. Entre los abucheos, las acusaciones de corrupción, la pérdida de espacios en el Congreso y la etiqueta de “vende patrias”, el dirigente priista se enfrenta a una verdad inevitable: su partido ya no tiene futuro, y él tampoco. Lo único que le queda es el pataleo, las giras fallidas y los arranques de furia frente a periodistas que, con una sola pregunta, pueden desarmar todo su teatro político.

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